domingo, 5 de junio de 2011

El agua

Agua 

              Es el compuesto inorgánico más abundante en la materia viva, encontrándose en proporciones que varían entre un 5% y un 90%.  En promedio, cerca del 70% de la materia celular es agua.

              En el organismo, el contenido hídrico varía con la edad y la actividad metabólica.  Así, cuanto más joven y activo es un organismo, mayor es su contenido de agua.  Además, el porcentaje de agua varía ampliamente en los distintos tejidos orgánicos, desde un 20% en el hueso hasta un 85% en el cerebro.

            Del total de agua presente en la célula, un 5% está ligada a las proteínas y un 95% se encuentra libre en el medio celular. Esta fracción libre representa el solvente para la mayor parte de los materiales ocupados en el metabolismo celular y el medio de dispersión para el coloide citoplasmático.

            La molécula de agua es eléctricamente neutra, pero la asimetría en la distribución de sus cargas le confiere un carácter de dipolo o molécula polar.                             

           Esta polaridad determina el surgimiento de un tipo especial de unión entre las moléculas de agua adyacentes, el enlace de hidrógeno, que les confiere una gran cohesión permitiendo que el agua sea líquida dentro de un amplio rango de temperaturas.

            El carácter polar de la molécula de agua y la presencia de enlaces de hidrógeno, determinan un conjunto de propiedades esenciales para el desarrollo de los procesos vitales, entre ellas:
·         Una gran capacidad solvente, ya que al interactuar con otros tipos de moléculas polares (moléculas hidrofílicas), debilita y rompe sus enlaces, permitiendo su disolución en el medio acuoso.  Las moléculas que carecen de grupos polares (moléculas hidrofóbicas), entre ellas las grasas, no son solubles en agua. Además, esta misma capacidad disolvente hace del agua un excelente medio de transporte de materiales, aportando nutrientes a las células y movilizando de éstas algunos desechos y productos de secreción.

·         Un alto calor de vaporización, necesitándose de una gran cantidad de calor para convertir al agua líquida en vapor de agua.  Además, el agua posee una gran capacidad calórica pudiendo absorber una gran cantidad de calor sin elevar demasiado su propia temperatura.  Ambas propiedades, sumadas a la gran conductividad térmica que le permite distribuir uniformemente el calor por el organismo, hacen del agua un excelente agente regulador y estabilizador de la temperatura corporal.




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